domingo, septiembre 13, 2009

ORACIÓN “¿QUIEN ME CONDENARÁ?”




ORACIÓN “¿QUIEN ME CONDENARÁ?”

POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR
MARACAIBO.ESTADO ZULIA.REPÚBLICA DE VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR
REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED DOMINGO 13 SEPTIEMBRE DE 2009.

O R A C I Ó N


El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: Por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos!¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
Todos ellos se gastarán como un vestido, sé los comerá la polilla. Amen y amen… (Fragmentos del Libro de Isaías, capítulo 50 )


COMENTARIO

(APLICACIÓN A NUESTRA VIDA)
Prestar atención a lo que el señor Dios nos muestra a través de su palabra, de su orientación, es una de las maneras de tener seguramente la vida feliz de la de la gracia del Altísimo. Hay que abrir nuestros oídos al señor para que la santidad y las bendiciones sobreabunden .A la par la obediencia debe ser la regla de nuestra existencia. Escudriñar, buscar, desentrañar el sentido real de la sagrada escritura, además de constituir una actividad que nos causa mucha paz, es una obligación si es que deseamos mantenernos en el camino del señor, reconciliados con el fin bajo su conducción, control y protección. Poco importan los golpes, que la vida pueda darnos. Nada significan las consecuencias en carne propia sufriremos con ocasión de las dificultades, vicisitudes y problemas que podrían afectarnos en el futuro. Las anteriores afirmaciones podemos encontrarlas bien claras y definidas en el capítulo 50 del libro de Isaías. El profeta nos advierte que no seremos confundidos por cualquiera de las situaciones engorrosas, graves y funestas que convivan con nosotros. La confianza en Dios es la garantía de nuestra salvación. Pero esa confianza no debe quedarse o reducirse a una mera expresión de nuestra parte o una actitud reinante en nuestros niveles internos de conciencia, en nuestra mente o en nuestro espíritu. La confianza en Dios debe ser objetiva, dinámica, demostrada a través de hechos, de gestos, de resistencia ante la adversidad y la proclamación de falsos dioses y de falsos profetas, es una confianza más allá de la duda, incondicional, ilimitada, sólida e infranqueable. Poco o nada debe importarnos la ofensa, la acusación, la demanda o el asunto con el cual se nos quiere causar daño .Nuestro Dios estará siempre allí, dispuesto para que nuestro pie no tropiece con piedra alguna, para evitar que caigamos y si lo hacemos, el estará presto para levantarnos. Si Dios es mi conductor, mi orientador, mi asesor, mi bienhechor, mi roca, mi fortaleza, mi padre creador y mi protector ¿Quién podrá condenarme? Recordemos lo que al efecto nos escribe el profeta Isaías: “Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos!¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
Todos ellos se gastarán como un vestido, sé los comerá la polilla.”. Los creyentes debemos desestimar los temores que nos causan la incertidumbre, el porvenir y las probables situaciones de dificultad que pudieran visitarnos. La razón de esta actitud está fundada en una razón poderosísima: Dios que es nuestro padre creador velará siempre por sus criaturas, para que ninguna de ellas se pierda. Ánimo, gozo, alegría…


ETIQUETAS: pierda. fundada, vestido.