Sin duda alguna el vivir es una cuestión bastante complicada, cuando el ser humano pretende orientar su existencia única y exclusivamente partiendo de valores, códigos y preconceptos suministrados por la dinámica social. Y no es que pretendamos con esto que la sociedad se mantenga estacionaria y que no se desarrolle o evolucione hacia lo mejor. Es lógico suponer qué el hombre prehistórico es abismalmente distinto al hombre actual. Es más que obvio que sin desarrollo, evolución, búsqueda de la verdad, ciencia y humanismo, la sociedad no hubiese avanzado hasta lo que tenemos hoy. No obstante todos los actos humanos llevan tácitamente un conjunto de códigos o valores, que le imprimen a esas conductas la categoría del bien o del mal, de lo moral o inmoral, de lo justo o de lo injusto, de la verdad o la mentira, de lo bondadoso o de lo malvado, del egoísmo o del altruismo, de lo admirable o de lo censurable etc... Cuando se seleccionan valores contrarios a lo ético, a lo moral y a la palabra de Dios, estamos en presencia de alguien que eligió la puerta ancha: entendiendo por tal aquella que permite, entre comillas ,vivir tranquilamente, sin problema alguno, satisfaciendo todas las necesidades buenas o malas, sin importar el prójimo, la justicia, ni la verdad ni el amor al prójimo ni mucho menos el amor a Dios. En el otro extremo nos encontramos con los seres humanos que han escogido la puerta estrecha o angosta, que tratan de vivir en santidad , la que existe ofreciendo los mayores sacrificios en su vida,, debido a que está signada por el amor al prójimo, la solidaridad, la justicia, la verdad, la luz, el amor a Dios, el apego a la moral, el apego a la ética, en fin a una vida de entrega que se traduce en un ciclo vital ausente de vicios y perversiones ,y por el contrario , en armonía con la naturaleza y con Dios. A casi nadie le gusta este tipo o modo de vida. En este vídeo encontraremos algunos aspectos relacionados con lo que se ha expresado.
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